• Español
  • Euskara

Remedios Zafra

«Si en el mundo que viene el cuerpo se presenta aplazado tras pantallas -y por mucho tiempo por máscaras higiénicas-, entonces, el rostro y la materialidad desvelada tendrán más valor que nunca. El teatro será también ese imprescindible reducto humano donde los cuerpos podrán mostrarse sin interfaces, desnudos en su expresividad manteniendo el sentido de la congregación corporal y simbólica.»

La cultura red nos estaba habituando a que la relación con los otros venga naturalizada por las pantallas. Tanto el encuentro improvisado como el acceso a una obra se normaliza distanciándonos en cuartos propios conectados que son nuestras habitaciones o nuestros escenarios donde hablamos a uno o a mil. Las posibilidades de especular creativa y simbólicamente con la dramatización y representación teatral mediados por tecnologías viene con infinitas líneas de fuga que ponen a prueba inteligencia e imaginación, y animan a no resignarnos a un teatro hermético sino a fórmulas porosas que renueven la fantasía de nuestro hacer creativo.

Pero si andábamos acostumbrándonos a las pantallas que “aplazaban el cuerpo” y la materialidad que singulariza una obra teatral, ¿cabría ir acostumbrándose a esas otras pantallas que nos median como máscaras higiénicas que nos tapan los agujeros, parece ser, más conflictivos y supurantes del humano, esos por donde los virus y las bacterias nos invaden? Habituados, asqueados o resignados a haber perdido la porción más expresiva del rostro, muchos temblaríamos al poder recuperarlo en directo. Como para quienes les prohibieron ver las zonas culturalmente abyectas de los cuerpos y de pronto las descubren más allá de su propio espejo. Fíjense, un rostro de verdad, una escena con cuerpos reales, con orificios desnudos. Fíjense, un intervalo sincrónico, no grabado, aquí y ahora, de cuerpos que actúan con esas otras máscaras simbólicas que liberan imaginación y sentido en la práctica artística.

Nunca desaparecerá el teatro. No puede. porque en él descansa la sincronía del ahora del cuerpo expuesto y vulnerable. En un mundo interfaceado por pantallas, excesivo en poses de miles de solos hiperconectados y posproducidos, necesitamos marcos de fantasía de aire y cuerpos, representación y directo, el aliento cercano de un cuerpo humano, frágil en su materia, bacterias y alma, con todos los sentidos a cuestas. Lo necesitamos.

Ante la progresiva virtualización del mundo y la protección de los cuerpos de las enfermedades, conflictos y riesgos de su materialidad y exposición, cabe sospechar que los sujetos se protegerán cada vez más en sus cuartos conectados. Y que sus tránsitos por espacios públicos estarán condicionados y mediados por pantallas o por diversos tipos de máscaras por venir.

El rostro aplazado tras rectángulos que lo acotan a bustos parlantes distanciados, o reducido a unos ojos que buscan compensar con brillo la ausencia de boca y nariz, de gesto expresivo frente al otro, alejado a un metro y medio… Nunca antes el cuerpo despojado de interfaces ha sido más necesario, más emocionante. Cuerpos sin máscaras que se hablan y nos hablan en un marco figurado, apenas distanciado por un escenario. Si ahora se nos hace reducto antropológico de lo que hemos sido, no está claro lo que será en el futuro, pero sí que debe protegerse como práctica despojada de la impostura del mundo que viene, como directo y exposición sincrónica, como presentación real y segura de los cuerpos de carne y píxeles, decorados, posados, narrados y escondidos tras una historia que busca punzarnos, hacernos sentir y quizá hacer el mundo reflexivo.

Etorkizunerako Mezuak:
Mensaje al futuro de Remedios Zafra

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *