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Lluis Bonet

«Existir, es decir, perdurar en el tiempo, consiste en saber evolucionar. La pulsión creativa explica la resiliencia de sus profesionales. Su reto: crear proyectos sostenibles cultural, social, ambiental y económicamente. Ser sostenible implica saber innovar, dejar huella entre algunos conciudadanos.»

Imaginar futuros es algo que todo profesional debe plantearse para no quedar atrapado en rutinas castradoras de su propia creatividad. Es importante hacerlo en interacción con otros creadores y organizaciones del sector; también de forma transdisciplinar con profesionales de otros ámbitos y en diálogo con el contexto social. Las artes escénicas se caracterizan por el encuentro físico en un instante único, construyendo relatos con la voz, el cuerpo y los volúmenes. El conjunto de experiencias creadas con estos elementos no solo son su particular aportación a la humanidad sino aquello que le da valor. Su futuro está en saber plantear cuestiones transcendentales desde la austeridad mágica de la escena. En una época de procesos seriados y réplicas las artes escénicas aportan singularidad y encuentro social, ambas cosas particularmente valoradas después de vivir duras épocas de confinamiento.

En este contexto, ¿qué implica la sostenibilidad? Como dice el texto que propongo, consiste en existir, o lo que es lo mismo, en perdurar en el tiempo. Y esto no se puede desgajar de saber evolucionar, de estar en movimiento para proponerse nuevos retos y para adaptarse a un contexto cambiante; en la actualidad, particularmente incierto. Es como ir en bicicleta, que para no caerse uno debe avanzar. Detrás de esta metáfora podemos imaginar el diseño mental de una ruta, el esfuerzo de pedalear cuesta arriba, la satisfacción de superar el puerto de montaña, el vértigo embriagador de la bajada a toda velocidad, el placer de sentir la brisa en las sienes o el mirar el paisaje como avanza. Pues no hay ciclista sin paisaje. En el teatro, no hay artista ni producción sin este paisaje que es la gente y el territorio que uno pisa, formado por un público y una sociedad que nos plantea dudas y preguntas; y al mismo tiempo, nos aplaude, abuchea o simplemente nos ignora.

En esta época de incertidumbres múltiples, de crisis profunda, estructural, perdurar en el tiempo como proyecto artístico y profesional es la meta fundamental para sobrevivir. Esta sostenibilidad puede apoyarse en parte en la resiliencia innata de unos profesionales, los creativos, tocados por este extraño virus del arte y la creatividad. La pulsión creativa es como una droga que explica la disponibilidad a auto-explotarse para lograr tirar adelante el proyecto imaginado. Pero una sostenibilidad que se sostenga únicamente en esta resiliencia personal no es una verdadera sostenibilidad. Lograrla requiere un buen diseño y una estrategia comprometida en lo cultural y en lo social. Una mirada a medio y largo plazo que permita que los proyectos y las organizaciones escénicas sean sostenibles en lo económico. Esto pasa por encontrar un equilibrio entre el perfil más o menos mercantil o vanguardista del producto, la dimensión y capacidad de absorción del mercado y el sistema de financiación disponible. También es necesario un mayor compromiso ambiental, así como generar impacto social. En la medida que el sector escénico se encierra en su pequeña burbuja, crea y se proyecta ensimismado en su pequeño mundo, su sostenibilidad se derrumba.

Así, pues, ser sostenible implica conectar con el mundo y saber innovar, proponer algo único en lo artístico, en lo relacional o en el modelo de gestión. Es decir, saber crear y transmitir mensajes que emocionen, desde estructuras productivas y con estrategias de mercado o de participación de las audiencias que se avancen a las necesidades o retos latentes de la sociedad, de sus creadores y audiencias. Por ello es tan importante conformar equipos humanos que se complementen, donde cada uno pueda aportar lo mejor de si mismo, y se generen sinergias multiplicadoras de los esfuerzos individuales. Para lograr la sostenibilidad, es importante no solo formular un proyecto artístico potente sino también una propuesta de producción y de distribución coherente con dicho proyecto y con el contexto social y cultural que va a recepcionarlo. Saber pasar de una idea brillante a una producción sostenible. En esto consiste ser solo creativos o ser además innovador.

Es importante saber encontrar un equilibrio entre la defensa a muerte de la libertad artística y el compromiso y la responsabilidad social. No son premisas incompatibles, sino ambas necesarias para la sostenibilidad de un proyecto. La clave de la sostenibilidad consiste en ser capaz de dejar huella entre algunos conciudadanos. A ellos se deben dedicar los profesionales de las artes escénicas para asegurarse el futuro.

Etorkizunerako Mezuak:
«Debemos saber pasar de una idea brillante a una producción sostenible»
«Ser sostenibles de verdad significa poder existir a largo plazo» «Las expresiones culturales es aquello que nos hace realmente humanos»
«Quizás falta más formación en la vertiente de la producción»

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